domingo, 3 de enero de 2010

Volar en avión

Mucho se está hablando últimamente acerca de los problemas que sufren los pasajeros de las líneas aéreas. Exhaustivos controles de seguridad que obligan a estar en el aeropuerto hasta 3 horas antes del vuelo si éste se realiza a EE.UU., retrasos o cancelaciones a causa de huelgas de pilotos, controladores o personal de tierra, ya sean estas huelgas declaradas o encubiertas, quiebra de compañías aéreas que por un lado dejan a sus pasajeros y empleados abandonados a su suerte.

Si nos damos un paseo por la prensa digital y más concretamente por los comentarios que los lectores escriben, veremos una serie de ideas recurrentes. A saber, por un lado dejar de volar a EE.UU. y que se coman ellos con patatas sus sistemas de control de pasajeros tan incómodo y a veces vejatorio, y que noten la bajada de turistas y el consiguiente descenso de ingresos por este concepto. Es una idea, claro está, pero poco efectiva a mi modo de ver. Las consecuencias económicas de un descenso del turismo a EE.UU. no creo que fuesen excesivas, no en un país como ese con tanta presencia empresarial en el mundo globalizado. Algo así podría funcionar en potencias turísticas como España o Túnez, donde los ingresos en hostelería tienen un peso determinante en el PIB del país.

Otra idea que se aporta en los foros es potenciar el uso del AVE en sustitución del avión. Esta medida puede ser acertada si bien encontramos dos inconvenientes. Uno es la todavía escasa implantación del AVE (o en su defecto “El Pato”) en la geografía española. Cierto es que hay líneas como la Madrid-Barcelona, o Madrid-Sevilla que suponen un buen medio de transporte sustitutivo del avión. Pero para aquellos que viven en La Coruña, Oviedo, Santander, Vitoria, Pamplona… el AVE es todavía una quimera que el tiempo y las inversiones estatales deben hacer realidad dentro de algunos años. Otro inconveniente es que esta medida de presión funciona en espacios reducidos, es decir, una persona que pretenda irse 4 días de vacaciones a Berlín por ejemplo, sigue dependiendo del transporte aéreo.

En definitiva, dos posibles soluciones con las que en el fondo, volvemos a los métodos de principios y mediados del siglo XX, a saber, autarquía, en este caso lo llamaremos una “autarquía del desplazamiento humano”, en comparación con las políticas autárquicas de sustitución de importaciones que eran tan populares, sobre todo en países en vías de desarrollo y en potencias dictatoriales donde esa autarquía era en parte impuesta.

Lo cierto es que nos ha tocado vivir una época de globalización donde las distancias son más cortas, física, pero también humanamente, y deseamos movernos en este mundo. Para hacerlo debemos pagar un precio, antes ese precio estaba expresado en divisas, ahora en tiempos de espera e incomodidades.

En un mundo donde reina la economía, esa ciencia de la escasez y por tanto de la elección, debemos, una vez más, elegir.

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