martes, 12 de febrero de 2013

Las expectativas son máximas a la hora de entrar en una sala para ver algo que Steven Spielberg llevaba barruntando media vida.

Cuando llevas algo tan dentro y durante tanto tiempo, y cuando tienes lo que tienes que tener para sacarlo, lo más probable es que se plasme en algo grande. Lincoln lo es, pero no lo es de la manera que uno esperaba que lo fuera, lo es desde la pequeñez, desde la perspectiva hipercercana a alguien que trascendió de una manera superlativa.

No le tiembla el pulso a Spielberg ante tamaña osadía, a decir verdad no esperaba que le ocurriera. Pero si reconozco que temía el enfoque edulcorado, fácil y tontorrón de " War horse" (2011) para con Lincoln, pues bien ni mucho menos. Uno espera a un John Williams cargante hasta el extremo,  primeros planos imposibles, discursos megalómanos, miradas perdidas melancólicas o testosterona inteligente a rabiar, y lo que se encuentra es una obra de artesanía fisiológica y política magna.

Un verdadero seminario sobre los avatares por los que tuvo que transitarla superdotada y serena mente, del decimosexto presidente de los Estados Unidos de América. Y de como esa mente fatigada y perseguida por las oscuras sombras del pasado, o por los pasos constantes de la soledad que inevitablemente provocaba su brillantez, tuvo la capacidad de sobreponerse y de mirar de frente a un presente que se esforzaba por darle la espalda, para iluminar un futuro para el que estaba hecho a medida.

Todo es virtuoso en Lincoln, nada sobra y nada falta. El reparto es brillante, Tommy lee Jones destaca, pero Spader y Sally Field no desmerecen. De Day-Lewis poco queda por decir, juzguen por si mismos. El Guión de Tony Kushner trabajadísimo, y me da en la nariz que no le ha debido resultar sencillo.

Tampoco lo es para nosotros su visionado, es una película que solo es disfrutable al 100%, si has tenido la paciencia o el tiempo necesario para dedicarle alguna hora al estudio de la situación social y política de la América de 1865.

Una gran epopeya americana que nos devuelve al mejor Spielberg, un acercamiento necesario a un ser brillante e inolvidable, a un político de los que ya no quedan.

 

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