miércoles, 8 de junio de 2011

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Al más puro estilo Jason Bourne, Jaume Collet-Serra nos presenta un thriller poco novedoso que cumple su función sin excesiva holgura.

El doctor Martin Harris (Liam Meeson) acude a Berlín con su mujer para una conferencia. Durante su estancia sufre un accidente que le dejará parcialmente sin memoria, y descubrirá que alguien le ha robado su identidad. A partir de ese momento se suceden las persecuciones y peleas para llenar 110 minutos de un guión poco original.

Guión  poco original porque como ya dijimos al principio, es una película demasiado parecida a la saga Bourne. Ausencia de memoria, una chica desconocida que ayuda al protagonista, organizaciones secretas y el escenario europeo, en este caso Berlín, que Hollywood ha comprendido es mucho más interesante y proporciona más alternativas que las ya excesivamente vistas localizaciones estadounidenses.

Liam Meeson cumple, como de costumbre en un papel similar al que interpretó en “Venganza”, si bien en ella la violencia que empleaba era masiva y de agradecer, aquí su desconcierto le coloca más como Harrison Ford en “Frenético”.

En resumen, una película sin más, por momentos algo aburrida. Como anécdota, comentar que el protagonista se hospeda en el Hotel Adlon, los que hayáis leído la saga de novelas de Philip Kerr que en más de una ocasión os he recomendado, sabréis por qué lo digo.

lunes, 6 de junio de 2011

El_Sicario_de_Dios_-_Cartel_Final_baja

Podemos catalogar “El sicario de Dios” de dos formas, unos dirán que es un western futurista de vampiros, otros dirán que es una bazofia. Ambos tienen razón.

Es una película de vampiros, pero de vampiros sin ojos, de unos vampiros monstruosos sin apariencia humana ni glamour.

Es una película futurista, el típico futuro desértico y desolado donde el hombre vive recluído en ciudades dominadas por la influencia de la iglesia.

Es un western, eso sí. Posee muchos de los clichés del cine del oeste. El tren, el ataque a una familia de una granja en la “pradera”, las motos (que aquí sustituyen a los caballos).

En el reparto dos caras conocidas. Por un lado Karl Urban, habitual del cine de acción con participaciones en “El señor de los anillos”, “El mito de Bourne”, “Doom” o “Las crónicas de Riddick”, que salvo contadas excepciones viene demostrando una y otra vez que necesita cambiar de agente porque no le consigue nada más que papeles de mierda.

Por el otro, un desconcertante Paul Bettany. Un caso curioso, pues en su filmografía destacan papeles interesantes que auguraban un buen futuro como “Master and commander” o “Una mente maravillosa”, pero que tras trabajos como “Legión” o la película de la que hablamos me preocupa y seriamente. Otro que o bien necesita cambiar de agente o tiene un complejo de saltatapias que le lleva a hacer abdominales para torturarnos con papeles como este.

Efectos especiales cutres. Peleas normalitas. Personajes patéticos. Estética visual insulsa…

En resumen, una buena dosis de mierda.

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Matthew McConaughey, ha vuelto de las tinieblas para embadurnarse de botox y maquillaje en este previsible film dirigido por Brad Furman.

Un abogado, el típico malabarista de las salas de justicia, ha de enfrentarse al caso de un niño pijo acusado de propinar una brutal paliza a una prostituta.

Niño pijo interpretado por el siempre insulso Ryan Phillipe, un actor que además de coleccionar  interpretaciones en su haber como las de “Se lo que hicisteis el último verano” o “Crueles intenciones”, terminó de darle la puntilla al mismísimo Eastwood con un trabajo lamentable en “Banderas de nuestros padres”.

Dos actores de cierto renombre se unen al reparto. La oscarizada Marisa Tomei, a la que ya no le dan ni secundarios decentes, y un incomprensible William H. Macy, que alterna grandes papeles de secundario de lujo con subproductos como “Celular” o la película que ahora nos ocupa. Macy, que ya compartió cartel con McConaughey en una insufrible broma cinematográfica llamada “Sáhara”, con el agravante de contar con Penélope Cruz.

Pero basta ya de ser perverso, he de decir en favor de la película, que a pesar de ser previsible en su totalidad para cualquier persona que haya medio visto un par de películas de juicios, cumple su función como producto palomitero fácilmente consumible que no exige mucho al espectador. Hubiese sido peor si nos hubiesen intentado sorprender con giros de argumento mareantes.

Como dato la película está basada en una novela de Michael Conelly, autor de la obra en la que se basa “Deuda de sangre”, dirigida e interpretada por Clint Eastwood.

sábado, 4 de junio de 2011

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Cuando las ideas se encuentran tan encorsetadas y oprimidas, como la perla negra en su carcelaria botella, lo más solvente es recurrir a Jack Sparrow en todo su magnetismo y esplendor. Esto lo entendió Rob Marshall al pie de la letra, para salvar su cuarto proyecto en la gran pantalla.

Desconozco las motivaciones del director a la hora de enfrentarse a este reto, pero intuyo que el cariño por sus antecesoras no está entre ellas.

Si el objetivo es captar nueva tripulación de simpatizantes  y enganchar a los nuevos adolescentes a una trilogía futura, la jugada no es tan mala.

Si en cambio recuperar a los amotinados (entre los que me incluyo) de anteriores batallas llevándolos hacia novedosos y prometedores horizontes era el propósito propongo un cambio; Rob Marshall por la perla.

Penélope está horrible como casi siempre, su química con Depp es similar a la mía con el hígado de cerdo o ternera.

La banda sonora pese a reiterativa se sostiene, aunque esto era previsible.

A Ian McShane como Barbanegra el misterio le abandona al instante.

Los secundarios son realmente patéticos, auténticos comparsas en este barco, destinado a atracar las carteras de todo bicho viviente.

Con semejante panorama, nos agarramos a Sparrow y sus piruetas, que nunca defrauda y siempre nos lleva a buen puerto, o al menos a alguno. Y nos dejamos seducir por los sibilinos cantos de sirena, con la esperanza de despertarnos en la perla negra , rumbo a donde la vieja brújula de Jack diga, durante algo mas de 2 horas.

 

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