domingo, 29 de mayo de 2011

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El intento de ruptura con la creencia frecuentemente instalada en la memoria individual, de que cualquier tiempo pasado fue mejor, ofrece una coartada perfecta al venerado director Neoyorquino, para llevarnos de forma simétrica al París de los años 20 y de la Belle Epoque, incluso al renacimiento, en uno de los mejores chistes del film.

Estrenada en el recientemente clausurado festival de Cannes, con una gran acogida de crítica y público (como no podía ser menos), esta fábula condensa lo mejor y lo peor del cine de Allen de los últimos tiempos.
Esa fascinación del director por el viejo continente alcanza su clímax en esta apacible e inofensiva comedia, en la que los eternos problemas de angustia existencial e inseguridad del director, solo sirven de excusa liviana a merced de los verdaderos propósitos del guión.

Gil (Owen Wilson), guionista de films menores en Holliwood y aspirante a novelista regresa a París con su prometida Inez (Rachel McAdams), aprovechando el viaje de negocios que el padre de esta se ve obligado a hacer. En una excursión por las calles y la noche parisina se sube a un vehículo que lo transportará a un añorado pasado en el que conocerá a algunos de sus ídolos literarios, y a Adriana (Marion Cotillard) amante de Picasso y ardientemente deseada por Hemingway, la mujer que le hará replantearse si realmente merece la pena vivir en el presente real.

Es en el reparto donde el film baja enteros, no existe fuerza ninguna en casi ninguna de sus interpretaciones. Owen Wilson no da la talla como evidente sustituto del director (uno más), y pese a que el guión posee potencial dada la riqueza de los personajes que van desfilando por el, cuando salgo del cine ya me he olvidado de casi todos.

Si acaso, sí me pregunto si Godín se habrá ligado a la Cotillard, que esta sí son palabras mayores.

Buena película pero para nada de lo mejor de Allen. Sus halagos empiezan a tornar en servilismo.

domingo, 22 de mayo de 2011

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Y regresó Bernie Gunther de la mano de Philip Kerr en su séptima aventura, o desventura.

Ya os había hablado anteriormente de esta serie de novela negra del escritor escocés que tiene como protagonista a un inspector de la KRIPO, luego detective privado, luego criminal de guerra exiliado.

Esta séptima novela se desarrolla en 1954, un año en el que la guerra y el nazismo parecen ya relativamente superados pero nada más lejos de la realidad. Las heridas profundas tardan mucho en cicatrizar. Y Gunther tiene muchas heridas.

En un relato lleno de saltos temporales, Kerr nos lleva de aquí para allá, de la Cuba de Batista a la Alemania de postguerra, a la guerra en el frente ruso,  a la Alemania de los años treinta… para relatar una buena parte de la historia de Bernie Gunther.

Adicto a los golpes, Gunther seguirá con su sarcasmo y cinismo característicos para intentar sobrevivir una vez más a los siniestros personajes con los que tendrá que lidiar, y a los que tendrá que contentar, bien con la verdad, bien con las más elaboradas mentiras si no quiere dar con sus huesos en la horca.

Los americanos, los franceses, los rusos y la Stasi sustituyen ahora al partido nazi, la GESTAPO y la NKVD como hostigadores del protagonista. Enemigos nuevos, o los mismos con otro rostro, que pondrán contra las cuerdas al pícaro berlinés.

No es la mejor novela de la serie, pero siempre es un placer leer a Kerr.

 

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